domingo, 3 de octubre de 2010

Niebla

Esa niebla fría que aquella noche no me parecía tan fría. Me parecía mas bien cálida, como los brazos protectores de una madre. Como el calor de una tarde antes de que una abuela pronostique diluvios.
Esa niebla plateada que me invitaba a perderme en ella y cometer los pecados mas atroces, tal como lo haría una amante. Esa niebla que no se opacaba ni ante los rayos de luna que se abrían paso entre ella. Una niebla que le ofrecía el anonimato a mi locura. Una cura a mi ignorancia. Ignorancia a mis locuras. Una niebla que me pedía con movimientos lujuriosos internarme en ella. Dejar mis colmillos sangrar la sangre de aquellos a los que habían malherido. Sucumbir a su encanto plateado, a su arrullo de nana hubiera sido perecer.
Dejarme tentar por ella y por la luna, aunque su belleza no fuese la mitad de la de la niebla.
No podía.
Porque esa niebla fría con sus movimientos de amante me quería ver aullandole a la luna, rogándole por su desgarrador amor. Esa niebla maldita que encendía mi deseo, que me hacia anhelar mi libertad. Niebla maldita que aquella noche no me recibía tan fría.

N: Ahora hacemos odas.
D: Olas? Somos un mar? Lo sabia!!
N: Si fuésemos un mar no podrías ser un pez...
D: Claro que si, soy el mar, el pez y el marinero.
N: Entonces eres un caníbal.
D: No lo soy.
N: Si lo eres.
D: Pato!
N: Si lo eres

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