sábado, 3 de julio de 2010

Literato

Era un literato de mala paga y poca monta. De esos que los padres conservadores usan como ejemplo cuando su hijo, en un ataque espontaneo de rebeldía bohemia declara que quiere estudiar letras. Vestía harapos. Un traje usado y vuelto a usar de recordado color negro, una corbata que colgaba perezosa de un nudo mal hecho, sobre una camisa que en los buenos tiempos fue blanca y ahora esta a medio camino del amarillo. Unos zapatos gastados a los que todos los martes se les entraba el agua de los charcos por un agujero en la suela.
Pero lo particular de él no eran sus harapos, su barba perdida o sus pies vagabundos. La particularidad de él era ese libro, un libro de 353 hojas, forrado en cuero verde como los de antes. El libro que lo identificaba como un literato errante. No dejaba ese libro, lo cuidaba como un tesoro. Del agua, de los rayos del sol y el fuego de la colilla de los cigarrillos que le lanzaban con desprecio los libreros, los editores, aquellos que habían logrado salvarse donde él había fracasado.
Había un mito en la calle, entre las comadronas rollizas y escandalosas del edificio de la esquina. El libro no contenía nada. Eran 353 hojas en blanco, sin una mancha, sin un asomo de tinta y sin embargo él siempre estaba ensimismado leyéndolo. Bajo un árbol, en un banco, bajo la luz parpadeante de una tienda cerrada en mitad de la noche. Unas veces reía con las carcajadas mas sublimes, otras lloraban sus ojos cansados. Hasta algunas veces se le vio con una mueca de terror que transfiguraba su rostro delgado y sucio. Ese librito era una maravilla de 353 hojas en blanco. El sueño desconocido de todo literato, algo que ninguna imaginación se había atrevido a soñar: un libro que los fuese todos. Tan sublime que te llevaria a la locura mas dulce cada vez que lo abrieses. Tan fantastico que te hiciese olvidar que la pobreza estaba mal vista.


N: No se si nos pusimos melancolicos o reflexivos. Asi que hoy se quedan sin comentario sarcastico.
D: Con lo sarcasticos que son tus comentarios.
N: ... D, juro que vas a morir.
D: ¡Claro! Dejeme me mato yo mismo para su placer.
N: No debi haberte dado eso, ahora eres el doble de desesperante.
D: Al menos no mas que usted.
N: Si te alcanzo, te mato.
D: ¡Siiiii! ¡Vivan las petunias!

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