miércoles, 4 de mayo de 2011

Había una vez (de haber)

Había una vez, de esas que ya no hay (de haber), un niño pequeño, pequeño que jugaba a ser grande todo el tiempo. Que jugaba a tener los pies de gigante cuando nadie lo miraba y así no estar asustado de las hormigas. Que jugaba a inventarse que podía (de poder) tocar las nubes, que las podía acariciar para que el cielo llorase. Que hablaba fuerte, con una voz gutural que retumbaba en los árboles y estremecía la tierra, para que todos lo escucharan. Que en sus espaldas relevaba a Atlas (de Grecia) para darle un descanso. Jugaba a que era grande, grande y que no había que mirar hacia abajo para sonreírle.

Había una vez, de esas que ya no hay (de haber), un niño pequeño, pequeño que miraba para arriba todo el tiempo, queriendo crecer. Con los pies pequeñitos y asustado de hormigas para el cual las nubes eran gigantes y lloraban tsunamis (de agua). Que hablaba bajito, bajito, sin alterar el aire. Que leía a Atlas. Había una vez, de las que ya no hay, un niño pequeño, pequeño, del que nadie se acordaba de ir a arropar y que jugaba y jugaba a ser grande todo el tiempo (del reloj).

Había una vez, de esas que ya no hay, la esperanza tranquila en algún lugar del mar y un niño pequeño, pequeño, que se sentaba a ver al tiempo pasar. Un niño pequeño, pequeño, que solo sabia jugar. Había una vez… de esas que ya no hay.


N: No lo dudo, para nada. El niño pequeño eres tú.
D: Wiiiiiiiiiiiiiii!!
N: Así te puedo aplastar.
D: No tan... ¿wiii?

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