lunes, 22 de marzo de 2010

Silencios incomodos.

Una vez un amigo me dijo que durante los silencios incomodos nacia un gay. Al comienzo me rei, pero ahora que te miro, en este tan estremecedoramente incomodo silencio, no le encuentro la misma gracia. Es terrible. Mirarte y que me mires, y vedar a mi mirada de decirte nada, atrapar mis labios entre mis dientes para evitar que te lo griten y tu, tan tranquilo, tan calmado y frío como siempre no entiendes lo que me pasa, solo colaboras con mi silencio. Es terrible, todos los deseos que vienen a mi cuerpo en este momento, el hecho de que estes al otro lado de la habitación con tus ojos de hielo clavados en los mios, tan quieto como una estatua. Pero no debo ceder a los impulsos, pues el comienzo de la debilidad y yo nunca fui una mujer debil o al menos nunca quise serlo. Sin embargo eres tan manso, tan inmensamente contrario a mi alma que no puedo menos que desearte, que rogar en medio de este silencio incomodo que se debate en todas partes, que te acerques y me rodees con tus brazos. Apagar el silencio con palabras dulces, crear un monton de hombres heterosexuales mientras tu te derrites sobre mi.
No, no me hacen gracia los silencios incomodos, no me hace gracia que nazcan gays, no me hacen gracia los siete pasos que me separan de ti. No me hace gracia mi orgullo ni mi fuerza. Los heterosexuales son demasiado dolorosamente ruidosamente y los gays, demasiado para soportarlo.

N: Somos el todo.
D: No, yo soy la mitad del todo
N: Eso es imposible.
D: La palabra imposible son solo conejos disfrazados
N: Entonces eres un conejo disfrazado
D: ¿¡¿Lo soy?!
N: Lo eres.
D: Saltaaaaaaaareee

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